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Dulce Disparo al Jefe Cachorro Enamorado

Capítulo 422
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Capítulo 422

De hecho, lo que acababa de pasar por la mente de Violeta había sido un pensamiento fugaz.

Después de decirlo en voz alta, no esperaba que se confirmara.

Había supuesto que era Isabel, simplemente porque, tanto hacía cuatro años como en ese momento, ella tenía pocos familiares en la Costa de Rosa, tampoco tenía muchos amigos y rara vez había ofendido a alguien. La que más la odiaba, Estela, estaba ahora detenida.

En la puerta de la comisaría, la imagen de Isabel de rodillas, suplicando, aún estaba fresca en su memoria. ¿Sería acaso un acto de venganza…?

El día del secuestro, después de colgar el teléfono, el hombre de baja estatura había guiñado a los demás y luego le había sonreído maliciosamente a ella, iniciando actos obscenos. Aunque no había escuchado la conversación, era obvio que el hombre de baja estatura había recibido órdenes de la otra persona detrás del teléfono: ¡No solo era una violación, sino que varios participarían en ella!

Si Rafael no hubiera llegado a tiempo, las consecuencias habrían sido inimaginables.

Violeta sintió un escalofrío recorriéndole la espalda.

Se calmó un poco y preguntó: “¿Entonces ella será condenada como Estela?”

Rafael guardó silencio.

“¿Qué pasa?” preguntó Violeta, confundida.

Rafael suspiró, frunciendo el ceño con más fuerza que antes, “Aunque la policía ha determinado que ella fue la instigadora, todavía no han podido capturarla.”

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No había planeado mantener eso en secreto, solo quería esperar hasta que Isabel fuera detenida para decirselo. Pero como Violeta había sacado el tema, decidió simplemente contarle todo.

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“¿Isabel huyo?” Violeta expresó su sorpresa.

“Si,” asintió Rafael, con un tono grave, “¡Aún no ha sido capturada! Pero tarde o temprano será atrapada. ¡Debemos confiar en la habilidad de la policía para resolver el caso!”

Violeta asintió con convicción y dijo, “Claro, eso espero.”

Siempre había creído en el dicho: el bien se recompensa y el mal se castiga, no es que no se pague, solo que no ha llegado el momento.

Estela ya había cometido un crimen, pero Isabel parecía no tener remordimientos, sin aprender la lección y planeando tales actos degradantes, incluso buscando a cinco matones para vengarse de ella. A veces, el corazón humano podía llegar a ser realmente aterrador…

Al acercarse el anochecer, el sol poniente cubría el edificio del hospital.

Violeta recogió dos cajas de medicina oral de la farmacia y salió del ascensor cuando escuchó a lo lejos las voces chismosas de la estación de enfermería.

“¿Qué les parece Rafael, el del cuarto número tres? ¿Cómo puede ser tan varonil?”

“Eso sí que es cierto. Acostumbradas a los ídolos jóvenes en la televisión, un hombre maduro lleno de

feromonas es aún más atractivo. Los jóvenes son para noviazgos, pero este tipo es para casarse”, commentó otra en acuerdo.

“Es más, he investigado en secreto en internet, Rafa es el gran jefe del Grupo Castillo, un peso pesado en el mundo de los negocios. Y saben qué, el año pasado los periódicos de entretenimiento de la Costa de Rosa lo listaron entre los diez hombres con los que las mujeres más desean casarse.”

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“¿Vieron el otro día? A pesar de llevar ropa de paciente de hospital, se veía realmente guapo. Envidio al médico que lo operó…”

Violeta entrecerró los ojos. Había notado que esas dos jóvenes enfermeras eran las mismas que habían estado alrededor de la cama de Rafael, especialmente la de cabello corto que lo llamaba “Rafa” con corazones en los ojos.

A medida que sus pasos se acercaban, las voces también se fueron apagando.

Pasó por la estación de enfermería sin desviar la mirada, como si no hubiera oído nada.

Pero al llegar a la puerta del cuarto, bajó la vista y se dio cuenta de que había arrugado las cajas de medicina que llevaba en la mano.

Detrás de ella, en la estación de enfermeria, las dos enfermeras que fingían estar ocupadas alzaron sus cabezas, una de ellas dio un codazo a la de cabello corto y dijo, “Tienes mucho valor, ni siquiera viste que la novia del hombre acaba de pasar y tú aquí hablando de eso.”

“¿Y qué? ¡Solo es su novia!” replicó la de cabello corto con desdén.

Violeta tomó una respiración profunda antes de abrir la puerta de la habitación.

El médico encargado, vestido con su típica bata blanca, salió en ese momento y saludó con la cabeza. Después de que se fuera, ella se acercó a la cama y abrió el cajón del mueble, arrojando las cajas de

medicina dentro.

Rafael, con la mirada inquisitiva y un pañuelo todavía presionando el lugar donde le habían sacado la aguja, al verla, levantó una ceja y preguntó, “¿Ya trajiste el medicamento?”

“¡Sí!” respondió Violeta sin levantar la vista, cerrando el cajón con un ruido notable.

“¿Qué pasa?” Rafael se sorprendió un poco.

“¡No pasa nada!” Violeta estaba visiblemente de mal humor.

Rafael notó su rostro tenso y, confundido, preguntó, “¿Quién te ha molestado?”

¿Quién más podría ser? Con una mirada fiera, Violeta lo fulminó con la vista.

¡Por supuesto que eres tú quien ha atraído a un enjambre de mariposas coquetas! Dijo Violeta para sus

adentros.

Sentándose de golpe en la silla, Violeta se sintió extremadamente incómoda, como si estuviera llena de paja desordenada, sintiendo una sensación de irritación.

Rafael se dio cuenta, pero al no obtener respuesta de ella, solo pudo mirar cautelosamente hacia la bandeja de frutas y, con una sonrisa forzada, dijo, “Vivi, me gustaría comer una naranja.”

¡No deberías comer más!”

Al ver la confusión en su mirada, Violeta se dio cuenta de que su tono había sido demasiado fuerte, y después de todo, no tenía nada que ver directamente con él, así que se apresuro a explicar, “Eh,

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acabamos de cenar hace poco. y pronto será hora de dormir, comer mucho ahora no es bueno para la digestión.

Al escuchar eso, Rafael volvió su mirada hacia la ventana.

El atardecer era infinitamente hermoso, aunque era casi la hora del crepúsculo, todavía no era hora de

dormir.

La nuez de su garganta se movió repentinamente, y sus ojos afilados escrutaron su rostro sin decir nada más.

¿Será que le llegó la menstruación otra vez? Pensó Rafael.

Recordaba haber escuchado que las mujeres tenían unos días al mes en los que se ponían especialmente irritables. Pero no podía ser eso, eso no tenía sentido, si hacía los cálculos, la menstruación había pasado hace menos de un mes, aunque a veces el desbalance hormonal podía

causar dos ciclos en un mes.

Violeta se recostó en la silla, con las manos colgando a los lados.

Siempre se decía que los rivales en el amor eran dificiles de manejar, y él ya había enfrentado a Julián y

a Zeus, pero ella tampoco lo tenía fácil, primero Estela, luego Bianca, y en ese momento

constantemente estaba rodeado de un montón de molestas jovencitas.

Perturbada por su mirada penetrante, Violeta suspiró y se levantó de la silla.

Finalmente, ella hizo un movimiento, y Rafael también cambió de posición. Miró su reloj y con una sonrisa dijo, “Acabo de hablar con el doctor, y mi salud ya está bastante estable, puedo ser dado de alta en cualquier momento. Ahora llamaré a Lucía, a esta hora todavía deberían poder procesar el alta.”

Violeta frunció el ceño, estaba preocupada y preguntó. “¿Estás seguro de que está bien darte de alta tan pronto?”

“Si, el doctor dijo que no hay problema, afirmó Rafael con un gesto de cabeza.

La verdad era que él había insistido incesantemente, no quería seguir en el hospital ni un día más. Desde el último encuentro intimo en el baño, cuando el médico encargado los había advertido de forma sutil de ser cautelosos, no habían vuelto a tener intimidad, algo casi insoportable para él, dentro

acumulaba un fuerte deseo…

Además, por las noches, no dormian juntos, por lo que no podían ni abrazarse ni tocarse.

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